Beber café cubano es para los nacidos en la isla como el té para los ingleses: la única diferencia está en el momento, pues si bien los británicos observan con disciplina la hora para degustar la infusión, en la nación caribeña cualquier momento y pretexto es bueno si se trata de una dosis del aromático grano convertido en néctar.

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En las zonas rurales, o en las más importantes metrópolis, el sorbo de la mañana nunca falta, y preferiblemente fuerte, oscuro y amargo.

café cubano
Cualquier cubano, si le preguntan cómo le gusta el café, responde: fuerte, oscuro y amargo. Foto J. Loo Vázquez

Su arraigo entrañable se expresa con diversos diminutivos del habla popular, siendo el más popular “un cafecito”, también es un acompañante inseparable del saludo matutino. Cuando llega alguien a la casa de un cubano lo primero que dices es Hola, y lo segundo es ¿quieres un “buchito” de café?

Su consumo no distingue procedencia social, ni religiosa, y casi se salta la edad. Ameniza las conversaciones de mujeres habladoras, hombres serios o inmaduros, y también entre personas de la tercera edad.

Aunque existen diferentes formas de maridaje del café, al cubano le gusta mucho con pan tostado. Foto J. Loo Vázquez

Muchas familias seducen a los pequeños de la casa ofreciéndole un “sorbito” de café, o dándole sabor a la leche de la mañana, o acompañando una pequeña rodaja de pan tostado

Cuando conoces a alguien por primera vez y te invita a tomar un café, cuando no hay confianza, siempre se pregunta ¿dulce o amargo?

Café en colador, o carretero, pero siempre en jarro y al carbón. Así le gusta el café al cubano. Foto J. Loo Vázquez

Según algunos, es esa bebida la causante de dolores de cabeza si no se consume temprano en la mañana, la “bebida negra de los dioses blancos”, dice un amigo, y también un buen delator, pues su aroma avisa a todos los vecinos cuando se está preparando, o cuando se lleva escondido en un bolso de mujer.

No importa su preparación, con canela, “cortadito” con leche, o el rocío de gayo (con ron), el café en Cuba siempre es un buen pretexto para conversar y compartir, con los amigos, compañeros de estudio, familia o con los vecinos.

Los Caminos del Café, Cuba. Foto tomada de Casa Dranguet.

Los Caminos del Café en Cuba

Si bien los orígenes del consumo y producción del café en el mundo se mantienen inciertos, la historia reconoce que se remonta al siglo XIII, y se cree que los ancestros etíopes fueron los primeros en descubrir y reconocer el efecto energizante de los aromáticos granos.

A su aparición, también han estado asociadas leyendas como la anécdota conocida por musulmanes y cristianos, que habla de la ocasión en que el Profeta estaba enfermo, el ángel Gabriel le devolvió la salud y la fuerza viril, ofreciéndole una bebida tan negra como la gran Piedra Negra que hay en La Meca.

Al continente americano llegaron los primeros cafetos a través de las colonias francesas, y de ahí se extendió por el resto de los territorios conquistados. En Cuba entraron con los colonos franceses y sus esclavos, quienes arribaron a la Isla huyendo de la Revolución Haitiana.

Aunque se asentaron en el occidente del país, fue en la región oriental donde fomentaron las haciendas cafetaleras en las montañas de la periferia, y con ellas, también las técnicas de su cultivo y costumbres, todo ello, constituye hoy la base de un gran paisaje cultural cafetalero.

Antiguos cafetales en el oriente de Cuba. Foto tomada de Casa Dranguet

Durante el siglo XX, en el grupo de haciendas cafetaleras francesas ubicadas en la región oriental de Cuba, se realizaron varias investigaciones que derivaron en la argumentación necesaria para que el conjunto de asentamientos fueran considerados huellas de una cultura material y espiritual singular. Por sus valores, las 171 haciendas que se localizan en las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo, primero fueron reconocidas con la categoría de Monumento Nacional, en 1991, y luego, en el 2000, como Patrimonio Mundial.

Este extenso paisaje arqueológico que alberga las primeras plantaciones y tecnologías empleadas en la producción de café en la nación caribeña es un importante exponente de las técnicas de los caficultores en el continente americano, adaptadas a la abrupta geografía montañosa, también una huella de la arquitectura e ingeniería hidráulica y vial francesas del siglo XIX, un aporte de construcción doméstica, funeraria, y de sistemas productivos.

Vestigios considerados seductores para los investigadores, historiadores y antropólogos, además de amantes del turismo de naturaleza, pues esclarecen aspectos de la historia económica, social y tecnológica del Caribe y América Latina.

Casa Dranguet. Foto tomada de su blog.

Más reciente en el tiempo, gracias al proyecto internacional Los Caminos del Café, financiado por la Unión Europea, la fundación franco belga Malongo, y la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba, dos sitios son nuevos atractivos de la provincia: el Centro de Interpretación y Divulgación del Patrimonio Cultural Cafetalero, y la antigua hacienda Fraternidad.

El primero, más conocido como Casa Dranguet, se ubica a escasos metros del Parque Céspedes –corazón de la urbe–, y cuenta la historia del café, desde su aparición hasta la declaratoria del pasiaje arqueológico del oriente cubano como Patrimonio de la Humanidad, pasando por otros importantes hitos. tiene, además, una extensa colección de objetos relacionados con estos hechos.

Antigua hacienda Fraternidad hoy en proceso de rehabilitación.

Por su parte Fraternidad, que aún no está bierto del todo al público, será un museo vivo del café por cuanto exhibirá las formas antiguas de cultivo y procesamiento del café en Cuba, y paralelamente, mostrará los métodos modernos.

La Isabelica: una historia de amor y café

Constantin Rousseau fue uno de los miles de emigrantes franceses que llegaron a costas cubanas huyendo de la revolución antiescalvista de Haití. En las montañas de la Gran Piedra, muy cerca de la ciudad de Santiago de Cuba, aprovechó la fertilidad del suelo para el cultivo de maíz, cacao y café.

Él trajo consigo a la negra Isabel María, y por amor a ella, creó la finca La Isabelica, una majestuosa construcción que destaca por su sentido práctico y funcional, en perfecta armonía con el abrupto relieve de la zona montañosa, y que constituye la principal joya del patrimonio cafetalero del país.

Museo La Isabelica, en los predios de La Gran Piedra, Santiago de Cuba. Foto J. Loo Vázquez
Museo La Isabelica, en los predios de La Gran Piedra, Santiago de Cuba. Foto J. Loo Vázquez

Constantin Rousseau contaba con una dotación de veinticinco esclavos donde incluía a su concubina, pues Isabel Marìa, en papeles, nunca dejó de ser esclava. La casa se construye en un periodo de diez años, empleando la materia prima que tenían a la mano: cal, piedra y barro. Cuentan que la bella mujer mestiza era conocedora de todos los gustos de su amo, a quien servía personalmente y aunque casada legítimamente, nunca obtuvo su libertad. Murió esclava, dueña y señora de la notable hacienda.

De la pasión de un colono por su negra, nació una hermosa casa de dos plantas, balcón de madera y piedra y techo de tejas de zinc galvanizado. Originalmente, la planta baja estuvo destinada a almacén y la planta superior a vivienda.

Frente a la morada, se extendían unas amplios espacios de cemento, donde se secaba, y se seca aún en pequeñas cantidades, el café. En la parte trasera se conserva un «trapiche», una especia de noria articulada por la fuerza de un caballo para moler los granos.

Ubicado a 1119 metros sobre el nivel del mar y a 26 Km de la ciudad de Santiago de Cuba, cercano a la serrana comunidad de La Gran Piedra, el actual Museo La Isabelica se localiza en una zona de área protegida por la variedad de plantas exóticas y especies endémicas que lo rodean, en el mismo corazón de la Sierra Maestra.

El sitio constituye uno de los principales atractivos turísticos de la urbe, pues posee un motel, se encuentran cera del sitio varios jardines de exuberante belleza, y como otro elemento que seduce, está la Gran Piedra, una enorme roca de brecha volcánica, de 51 metros de largo y de 25 a 30 metros de ancho, con un peso calculado de 63 000 toneladas. Este precioso mirador natural está en la cima de una montaña, a 1 225 metros de altura sobre el nivel del mar.

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