La defensa de la ciudad de Santiago de Cuba data desde los mismos inicios de la colonia, primero por lo constantes ataques de corsarios y piratas, luego por el incesante avance de la fuerzas libertarias integradas por los mambises y por ultimo dado el asedio de la fuerzas norteamericanas que intervienen de manera oportunista en el final de la guerra del 95.
Días posteriores a los del levantamiento del 24 de febrero del 1868 y demostrada la popularidad que iba tomando el movimiento revolucionario independentista, sumada la ayuda y simpatía de la población por sus insurgentes, hace que el gobierno colonial fomente una estrategia para defenderse de lo que ya era toda una revuelta social en la isla, asi entonces surgen en la localidad “los fuertes” y “las alambradas”.
Los fuertes con el ánimo de contrarrestar cualquier ataque proveniente del exterior y las alambradas como contención del movimiento de la ciudadanía cómplice de los insurrectos y así tratar de evitar la comunicación de adentro hacia afuera, o viceversa, se establece así un severo bloqueo alrededor de toda la ciudad mucha más pequeña en dimensión que la actual, pues su zona urbana estaba considerada entre los limites por el norte con el Paseo de Concha, hoy Paseo Martí, por el sur con la Trocha, hoy Avenida 24 de febrero, por el este con la finca “San Nicolás de Espantasueño” (reparto Fomento) y el valle del Guayabito toda la parte de San Miguel y pedrera y por el oeste con el mar.
Los «fuertes» se levantaron en esos puntos y otros y en su mayoría eran pequeñas construcciones de mampostería, maderas, tejas o zinc, con aspilleras, artillados y guarnecidos, para la defensa de la plaza, algunos se construyeron algunos durante la guerra del 68 y otros que fueron aumentados y reforzados la guerra del 95 y hasta los últimos días del asedio de la mal llamada guerra Hispano cubano norteamericana.
Los soldados del Ejército colonial eran los encargados del custodio y vigilia de los fuertes mientras la guardia civil y las fuerzas de Caballería hacían las rondas que los recorrían constantemente, mientras las zanjas o trincheras situadas entre ellos era ocupadas por individuos del cuerpo de voluntarios o guerrillas, en su mayoría formado por cubanos de diferentes razas y procedencias al servicio de los Españoles.
El «Fortín Yarayó” fue el primero que se construyó por el Ayuntamiento en el año 1814 aun visible en la avenida que conduce al cementerio santa Ifigenia, su construcción es de mampostería y tejas criollas, con capacidad para veinte hombre y sin cañones.
“Fuerte de San Antonio” fue de los primero en el paseo de Concha, que es hoy el paseo Martí y colindante al que es hoy el reparto «Los Olmos», siguiendo la dirección de la calle de Carnicería, al principio sin artillería, luego en 1898 se el colocaron 3 cañones de bronce.
“Fuerte de Cuabitas” es construido de tabla y zinc sobre un soporte de mampostería, este se sitúa en el camino de Cuabitas, rumbo al poblado de boniato.
“Fuerte de Santa Inés” en el reparto Fomento fue construido en la guerra del 68, en terrenos de la finca «San Nicolás de Espantasueño» y a la vez el fuerte de “Espantasueños” como tal en el lugar conocido por «El Níspero», a la izquierda del camino de salida al Caney habilitado con 6 cañones por ser la parte de la ciudad próxima a donde se desarrollaron los combates en la guerra Hispano Cubano norteamericana.
Así también se cuentan los fuertes de “Cuartelillo” en la calle del mismo nombre, “Fuerte de Canosa” emplazado en la coincidencia de los caminos del Caney y San Juan, (Entronque de Vista Alegre). “El Fuerte de la Pedrera” en la calle de General Escario, entre San Miguel y Pedrera. “El Fuerte de Santa Úrsula” artillado con un cañón de bronce. “Fuerte del Horno” en la calle paralela a la de Trocha y el camino del morro, su nombre responde a un horno de cal que existía en el lugar en la altura de la Loma del Queque. “Fuerte de Gasómetro”, “Fuerte de Punta Blanca” y otros.
Todos estos fuertes fueron artillados y reforzados, mientras avanzaba la guerra, que al final fue saboteada en su triunfo final por las siempre entrometidas hordas imperialistas norteamericanas, de todas maneras muchos de ellos aun existen y quizás hasta le pasemos por al lado sin notar su presencia caduca pero hermosamente patrimonial, en una ciudad que ya avanza a sus 506 años de fundada.