Existen muchas versiones acerca del origen del café y existen muchas leyendas acerca del mismo. Parece ser que el café es originario de Persia o de Etiopía. No se conoce exactamente el momento en el que la primera persona descubrió los efectos del fruto de la planta del café y preparó una bebida a partir de las bayas, pero se cuentan diversas historias sobre sus orígenes.
Se supone que los hombres primitivos, imitadores de las costumbres de los animales, observaron como algunas plantas los atraían. Esta sería la justificación para que desde muy tempranas épocas de la historia, el hombre masticara café. Algunos frutos maduros del café son de sabor dulce y presenta una serie de componentes similares a otros encontrados en frutas y verduras, en el cacao o en el té. Contiene cafeína, vitaminas, minerales y otros compuestos que pueden tener efectos estimulantes que contienen generan sensación de bienestar.
Léonard Rauwolf, un médico alemán llegado de vuelta de un largo viaje por el Oriente Medio, observó y registró sus impresiones de la gente, las costumbres y los lugares de interés de la región levantina. En 1582, publicó estos en un libro en Alemán. Su traducción al español se conoció como Los viajes del Dr. Leonhart Rauwolf en los países del Este, publicado en 1693, en una colección de relatos de viaje compilada por John Ray. Otra traducción se publicó en holandés. En ella, describe Rauwolff el consumo de café (que era desconocido en Europa en ese momento):
«Una muy buena bebida que llaman Chaube que es casi tan negro como la tinta y muy bueno en la enfermedad, especialmente del estómago. Este era bebido por la mañana temprano en los lugares abiertos por todo el mundo, sin ningún temor o respeto, en piezas de barro o tazas de porcelana, tan caliente como pueden, bebiendo un poco a la vez”.
Rauwolf fue el primer occidental en describir el brebaje como una bebida tan negra como la tinta, útil contra numerosos males, en particular los males de estómago.
Estos comentarios llamaron la atención de mercaderes, a los que la experiencia del comercio de las especias les había hecho sensibles a este tipo de información.
El café comenzó a conocerse en Europa a partir de principios del siglo XVII, y su popularidad creció con gran rapidez.
Los establecimientos de café se multiplicaron en muchos países, sobre todo en Italia, Gran Bretaña, Holanda, Francia y Alemania.
A comienzos del siglo XVIII, los holandeses llevaron el cultivo del café hasta Indonesia, los franceses llevaron algunas plantas a Martinica y Haití, mientras que los españoles, por su parte, comenzaron a introducir plantaciones en las Antillas, América Central y los portugueses a Brasil.
Las cafeterías se convirtieron en lugares donde nacieron las ideas liberales, debido a ser frecuentados por parte de filósofos y letrados, en donde se debatían sus puntos de vista.
A finales del siglo XVII, esta agitación incitó al fiscal del Rey en Inglaterra a pedir el cierre de las cafeterías, citando crímenes de ofensa contra el rey Carlos II y el reino.
Las reacciones fueron tales que el edicto de cierre debió revocarse. Los flujos de ideas alimentadas por el café modificaron profundamente el Reino Unido. Se contaban más de dos mil cafeterías en el año 1700. La famosa compañía de seguros Lloyd’s fue en su origen una cafetería fundada en 1688.
El café y Las cafeterias estuvieron prohibidas en Rusia, con penas de tortura y mutilación, cuando la policía zarista encontraba a alguien presa de una crisis nerviosa lo atribuía al café.

Aunque fueron los Españoles los que introdujeron el cafe en Las Antillas y America Central el café llegó a Cuba a través de los Colonos Franceses debido a que con la Revolución de Haití, se vieron en la necesidad de abandonar ese país, pues les resultaba imposible frenar la sublevación esclava. Por ello, ocurrió un incesante flujo migratorio entre los años 1791 y 1809, que tuvo como consecuencia el asentamiento de los Franceses en el oriente De Cuba como destino principal.
Se estima llegaron a la zona oriental del país, Baracoa y Santiago de Cuba, más de 20 mil individuos de todas las clases sociales, siendo el período Junio y Agosto de 1803, el más prolifero, conocido como el gran éxodo, donde el gobernador de la región Coronel Sebastián Kindelán, registra en una de sus escrituras el arribo de 19306 individuos en 344 embarcaciones al puerto de Santiago de Cuba.
La zona rural que rodea la ciudad no escapa al influjo ejercido por los franceses, es aquí donde se forja la riqueza que impactara la ciudad, fue en las montañas de la Sierra Maestra donde comenzó la revolución económica que contribuyó al desarrollo de Santiago de Cuba a principios del siglo XIX con el fomento de la plantación cafetalera, como principal exponente de la economía plantacionista, que mantenía los ideales esclavistas para su funcionamiento.
Las plantaciones de esclavos eran la base de la existencia de los Cafetales y constituyó también la premisa fundamental de sus ruinas, a mediados del siglo XIX la abolición de la esclavitud en Cuba, más que una necesidad de tipo económico y de planteamiento social, para los hombres que se lanzaron a la manigua redentora a conquistar con las armas la independencia contra la metrópoli española, constituyó desde siempre una premisa de vergüenza. La disposición de los insurrectos de terminar para siempre con la abominable esclavitud en Cuba se reafirmó luego, el 10 de abril de 1869, al proclamarse en el poblado de Guáimaro la primera Constitución de la República en Armas.
En su artículo 24 recogió: “Todos los habitantes de la República son enteramente libres.”
La abolición de la esclavitud demoró en aplicarse completamente en Cuba. El 13 de febrero de 1880 se inició de manera oficial con la aprobación de la Ley de Patronato, y terminó el siete de octubre de 1886 con el Decreto que la derogaba.
El cafetal francés constituyó la génesis del fenómeno que provocó un brote novedoso de Santiago de Cuba en el siglo XIX, el que trazó las pautas para transformar las intrincadas montañas en paradisíacos lugares. Después de los ingenios, los cafetales son los establecimientos más importantes de Cuba. La experiencia de los Colonos Franceses llegó además acompañada de un rico tesoro cultural, reflejado en la evolución de manifestaciones como la literatura, música, bailes, religión y gastronómicas así surgieron las Cafeterias en el oriente del país e incluso hacia el Caribe, más allá de las fronteras de la mayor de Las Antillas.
Expertos cubanos exploraron las ruinas de los cafetales que florecieron desde finales del siglo XVIII. El objetivo final fue enlazar a 170 de los más de 250 cafetales construídos en la zona, aprovechando algunos caminos y vías de transporte en estado de conservación, así como las construcciones, que todavía quedan como recuerdo de aquella época.





















Estas huellas,declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, constituyen un verdadero monumento a la ingeniería hidráulica, vial, doméstica, funeraria y del sistema productivo, todo lo cual revela la maestría de sus creadores. Después de los ingenios azucareros, los cafetales son los establecimientos agrícolas más importantes de Cuba, aventajando generalmente a los primeros en hermosa apariencia y cuidadosa labor.






La historia que hoy les contaré sobrecoge sobretodo a los amantes de las leyendas o novelescos pasajes de amor, el Cafetal “La Isabelica”, es un sitial de honor donde la Historia o fantasía se dan cita en este hermoso paraje de la geografía de la oriental provincia Santiago de Cuba.
“La Isabelica”, ubicada en el macizo montañoso de la Gran Piedra, al este de la Ciudad de Santiago de Cuba, a sólo 24 km, allí donde yacen las ruinas de los cafetales franco-haitianos se erigen sus restos entrelazando siglos, su dueño dio a la hacienda este apelativo en honor a su exclama preferida, Isabel María.
En un plano topográfico de tenencias de tierras de 1838, perteneciente al comerciante Prudencio Casamayor, aparecen registradas las de dicha hacienda a nombre de Constantín, apellido de su propietario, Víctor Constantin.
Cuentan que al francés Víctor Constantin, propietario de la hacienda, no se le conoció esposa o mujer blanca como compañera. Sin embargo, se dice que una esclava Haitiana llamada Isabel María, llenaba todos los espacios en aquella casa cercana a la Gran Piedra, romance que les duró toda la vida.
La famosa hacienda agroindustrial poseía a inicios del siglo XIX una extensión de 12 caballerías de tierra que fueron empleadas por Constantín para el cultivo de café, producción de tubérculos, vegetales y cría de animales. Su conjunto estaba integrado por todo un sistema formado por la casa almacén, secaderos, casas de esclavos, establo, calabozo, enfermería, moulín o tahona, horno de cal, letrina, cisterna de agua, cantera de cal y arena, sentrú y toda una red de calzadas, caminos y rampas. Actualmente allí se encuentra el Museo “La Isabelica”, destinado a preservar los vestigios de esta cultura cafetalera.











Desde esos tiempos memorables para la gran mayoría de los cubanos, beber una humeante taza de café, es una de las primeras acciones del día y pretexto obligado de cualquier encuentro o visita y de una buena sobremesa, esta relación del café con los Cubanos hizo que en toda Cuba surgiera este antiguo negocio, en Santiago de Cuba, prácticamente podías encontrar una a muy pocos pasos de la otra, pero las Cafeterías fueron y son un negocio que esta más asociado con el servicio de comidas ligeras pensadas para acompañar los tipos de bebidas predominantes. Por ejemplo, sandwiches, galletitas, croquetas, empanadillas entre otras.
Las Cafeterías no sólo ofrecen bebidas calientes como el rico café Cubano, también son populares los smoothies, jugos y batidos, en algunos casos hasta podemos encontrar bebidas alcohólicas en dependencia de en dónde esté ubicado el negocio, son estas funciones que las diferencian de un “Café” como inmueble de servicios.
Entre las muchas que recordamos en la ciudad estaban o están El Marilyn, Las Columnas o Las 24 horas de Enramadas (Por cierto un negocio de integrantes de nuestra familia), El Gallito, La Pelota, Las Novedades, la Cafetería de la esquina de San Felix y Enramadas y la recordada Cafetería del Ten-Cent entre otras.












Es precisamente en la marcada diferencia entre las Cafeterías y un “Café”, el punto a donde los quería llevar, como bien les decía las Cafeterías con sus formas de servicio fueron y son muchas en la ciudad pero un “Café” como el establecimiento de “La Isabelica” fue y es algo diferente. Y es que el Café, es un lugar donde se le da lugar única y exclusivamente a la bebida caliente “Café”, a ese casi negro elixir que estimula ante el cansancio de una larga noche de insomnio, el café es un alargador de la noche y el responsable del encuentro con la musa de los poetas y escritores.
Es esencialmente esa diferencia la que hace del El Café “La Isabelica” un lugar único de Santiago, situado en la esquina donde se interceptan las calle Aguilera y Calvario, debe su nombre al mismo cafetal colono y la esclava María Isabel que llenó de vida y amor al Hacendado Cafetalero Constantin.
El Café “La Isabelica” de Santiago de Cuba es un lugar de amplias ventanas, mesas con taburetes, puertas de clavos, piso enladrillado y faroles brindan un toque singular a la instalación, en cuyas paredes cuelgan pinturas y grabados que hacen alusión a la época en que franceses se asentaron con su servidumbre en ese lomerío, tras huir de Haití.
El café “La Isabelica” ocupa esta céntrica esquina de la ciudad y es parte de un inmueble que data del siglo XIX, de arquitectura colonial que, por supuesto, ha sufrido remodelaciones por el paso del tiempo pero que al pasar el umbral de su puerta nos recuerda una historia de amor y de cultura nata del Café Cubano de las Montañas de Santiago de Cuba.








