Durante años escuché la laguna azul del Cobre, en mi Santiago de Cuba. Siempre me decían que sus aguas eran de color azul turquesa por lo que era impresionante al verlo, y que, además, tenía propiedades medicinales. Por esa razón, las personas lo usaban como lugar de baño, llegando, incluso, a convertirse en un lugar de recreación popular para los habitantes de este lugar.
Por esos años padecía de una enfermedad en la piel, y mucha gente me recomendó usas esas aguas como tratamiento a mi problema. Posiblemente escuchaba mucho sobre ese lago porque, además, era cercano a personas que habían nacido y crecido en El Cobre.

Cuando comencé a estudiar la carrera de Licenciatura en Química seguí escuchando sobre el tema, y cada vez se hablaba más sobre las propiedades medicinales de esas aguas. Finalmente, en el 2012, me decidí a conocer el lago, pero conocerlo a profundidad, desde mi carrera, por lo que decidí investigar las características químicas de esas aguas. De ese modo podría comprobar si realmente podrían tener propiedades medicinales o no. Motivé con el tema a una profesora mía en aquel entonces y comenzamos con una linda aventura científica.
La primera vez que llegué allí recuerdo que subí la loma del Cimarrón, y la verdad, era poco lo que me habían dicho: el lago era una maravilla natural. Desde la cima de esa montaña se podía ver todo un cuerpo de agua largo y algo estrecho que cubría todo el foso de excavación de la mina de cobre, y sí, sus aguas eran de color azul turquesa, como el color de los ojos que tienen algunas personas que te hacen exclamar por tanta belleza. Así mismo veía yo ese lago, como una joya tirada en medio de un terreno feo y abandonado, como cuando la naturaleza te recuerda que la belleza se puede encontrar en lo inimaginable.



Una vez que conocí y recorrí el lago, ubiqué puntos de toma de muestra de agua que fueran representativos y a partir de ahí comencé una linda aventura científica. Hice muestreos por tres meses, y fuimos estudiando parámetros químico físicos de las aguas como la temperatura, pH, concentración de sólidos, y de especial importancia, el contenido de cobre. Lo mejor fue que supe que ese sería posiblemente el primer estudio de esas aguas, y eso obviamente nos animó mucho más.
Ya inmerso en el tema comencé también a buscar información histórica sobre el lago, lo cual obviamente, me llevó también a indagar sobre la historia de la mina.

La Mina Grande del Cobre se encuentra ubicada a unos 200 metros del poblado “El Cobre”, y este último se localiza a 21 km de la ciudad de Santiago de Cuba. Este pueblo surgió como un asentamiento de trabajadores mineros y es conocido por ser el lugar donde se encuentra la basílica de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba.
Esta fue la primera mina a cielo abierto en América, y tuvo 400 años de explotación, hasta que en el año 2001 cerró por motivos tecnológicos. Es conocido que según se va profundizando en las excavaciones mineras las tecnologías de procesamiento y beneficio mineral se hacen más exigentes y por tanto más costosas, lo cual, unido con el precio del metal en el mercado, puede llevar a la decisión de abandonar la explotación del yacimiento, tal como ocurrió en este caso.


El resultado del cierre de la mina fue un agujero de excavación de 60 metros de profundidad que se llenó de aguas subterránea y originó el enorme lago de unos cuatro millones de metros cúbicos de agua que se extiende a lo largo de un kilómetro y tiene 800 metros de ancho.
La idea de que esas aguas tuvieran propiedades medicinales no era tan descabellada, pues se conoce que las aguas de alta mineralización, o sea, que contienen muchos minerales, tienen generalmente algún tipo de utilidad terapéutica.

Sin embargo, conocer la composición de las aguas minerales permite definir qué aplicación en específico podría tener y si existiera algún componente químico que invalidara su aplicación, pues estas aguas suelen tener altos contenidos de metales, de los cuales existe un grupo que puede ser particularmente dañinos para la salud. Por esta razón existen normas internacionales y cubanas que regulan el uso de cualquier agua en base a sus propiedades químico-físicas.
El estudio de las aguas condujo a resultados que, si bien podían ser esperados, no dejaron de impresionar. Sobre todo, porque el contenido de cobre disuelto es de hasta 160 miligramos por cada litro, lo cual es excesivamente alto con respecto al valor establecido para aguas de uso humano.
Unido a esto, otros parámetros como la cantidad de oxígeno disuelto indicaron que en estas aguas se desarrolla poca vida, lo cual permitió afirmar que en el lago el desarrollo de vida animal es difícil, si bien quien lo visita puede observar plantas y algunos peces, estos no son más que los elegidos por la naturaleza para habitar tan lindo, pero a veces tenebroso lugar.
Otro hallazgo importante sobre estas aguas fue que son ácidas. Recuerdo que un amigo químico igual cuando le comenté sobre el resultado exclamó: “es una disolución de ácido sulfúrico”. Y es que el contenido de sulfatos también fue elevado, tal como sería en una disolución de este ácido. De hecho, los resultados obtenidos llevaron a clasificar las aguas según las normas establecidas, como “aguas minerales sulfatadas”.

Lo más preocupante son los niveles elevados de cobre comentados anteriormente y el hecho de que los pobladores usen las aguas como lugar de baño, pues esto supone una exposición prolongada y repetida a tales niveles de este metal.
La exposición aguda a compuestos de cobre provoca vómitos y diarreas, irritación de los ojos, la nariz, faringe y gusto metálico. Por otra parte, la exposición a largo plazo puede traer peores consecuencias pues el cobre se absorbe a través de la piel y mucosas, causando daños renales y hepáticos, incluso anemia.
En fin, que este lago esconde algunos secretos que no son favorables para los seres humanos que, tratando siempre de enamorar y poseer la belleza, trató de encontrar un sitio recreativo y hasta curativo en esas aguas.
Sin embargo, en un sentido científico más estricto, el alto contenido de cobre no supone una imposibilidad para usar estas aguas con fines medicinales, pues precisamente el cobre tiene propiedades antimicrobianas, pero esto solo sería posible con un uso controlado y dirigido por especialistas de salud.
La investigación de este lago nos llevó a publicar un artículo científico titulado: Algunos parámetros químico-físicos de las aguas del “Lago Azul” del poblado “El Cobre”, en la Revista Cubana de Química, en el año 2017. Además, marcó el inicio de una serie de investigaciones que se llevan a cabo en la Universidad de Oriente como parte de un proyecto internacional para el manejo de estas aguas y posible utilización y remediación.

La realidad es que tanta hermosura no podía estar libre de defectos, pero si sigo diciendo que es uno de los lugares más bellos y escondidos de Santiago de Cuba, y sin dudas, uno de los tesoros del Cobre, el cual, además de la basílica, guarda una historia, patrimonio y tradiciones que son insignia de nuestra amada ciudad.
Escrito por MsC. Javier Ernesto Vilasó Cadre
NOTA: algunas de las imágenes fueron tomadas de los grupos de Facebook dedicados a Santiago de Cuba o eran públicas en esta red social, y fueron agregadas durante la edición del artículo, no por su autor.
Que instructivo, una enseñanza para todos, siempre me pregunte, porque su uso era solo con embarcaciones recreativas y no bañistas y ahora entiendo la razon, gracias miles Javier Ernesto Vilasó, por este trabajo investigativo que explica las razones, muy original, la incomparable belleza de la Laguna Azul, es la respuesta de amor de la tierra ante la ambición del hombre.