Existe un lugar en Santiago de Cuba al que los más relevantes creadores populares del país temen o adoran: en el llamado «termómetro de la música cubana», que tiene por escenario la famosa intersección de Trocha y calle tres (que también algunos conocen como Trocha y carretera del Morro), no se atreven a tocar todos los artistas, ni siquiera esos que hacen llamarse «Maestros».

De día el lugar no dice mucho. Salvo por el cariño de las personas que habitan en esta comunidad, el sitio no resalta por ser especial a pesar de haber pasado por ahí el sumo pontífice el Papa Francisco cuando estuvo en Santiago de Cuba, y el área en sí ser utilizada como gancho por las casas de renta cercanas.
Pero más allá de viejas casas, de paredes descoloridas y de cultura popular desbordada y arrolladora, es este uno de los escenarios más importantes de la música popular cubana, notoriedad ganada en el tiempo y de forma espontánea.
En una conferencia de prensa realizada hace ya algunos años, el trovador Eduardo Sosa dijo que muchos de sus amigos que llenaban escenarios en La Habana temían venir a Santiago de Cuba e interpretar aquí sus canciones.
Agregó, además, que le tenían especial miedo al llamado «termómetro de la música cubana» porque ahí podían morir los sueños de grandeza de muchos artistas consagrados.
Ante la sorpresa y desconcierto del auditórium, compuesto mayormente por periodistas, el famoso trovador explicó que el motivo era la espontaneidad del público que asiste a ese escenario.
Más o menos dijo algo así como que los santiagueros son, sobre todas las cosas, muy sinceros: si no les gusta no asisten, y si asisten y no sienten la bomba y el corazón de la interpretación, no bailan y dejan aquello vacío.
A pesar de existir dos lugares en Cuba que compiten por ser llamados «termómetro de la música cubana», uno de ellos el Salón Rosado de La Tropical y el otro la locación santiaguera, esta última tiene la popularidad de estar en la calle, la espontaneidad de asistir todo el que quiera, la abraza el pueblo sin tener que pagar un centavo.
Todos estos hechos diferencian el espacio santiaguero de su homólogo habanero, además existen criterios de grandes personalidades que refrendan ser llamada así y le convierten en una de las pistas bailables más importantes del oriente y de Cuba entera.
Por el jolgorio por su aniversario 40, en 2009, Los Van Van insertaron el «termómetro de la música cubana» en su periplo por varias provincias; Paulo FG reconoció este escenario con su singular epíteto; los Orishas declararon que en intersección de Trocha y calle tres “cualquier agrupación o vocalista tiene que triunfar allí si aspira a ganar o consolidar la popularidad en el país”; ante más de 30 mil espectadores el afamado Septeto Santiaguero celebró su segundo Grammy Latino; y Fabré ha hecho amanecer aquí a unos cuantos en varios carnavales.
Y si algo es seguro es que Trocha y calle tres, además de ser uno de los espacios más grandes de la urbe y codiciado en los carnavales, es escenario emblemático de la música popular cubana, de la que hace mover los pies, de la que se acompaña de cerveza, de ron, de un pañuelo para secar el sudor, y de coritos pegajosos que indican el sentir del momento en el pueblo.
En el «termómetro de la música cubana» no todos los creadores triunfan, aunque llenen escenarios en otros lugares del país. No todos aquellos que se hacen llamar artistas de primer nivel o populares, hacen salir a los vecinos de sus casas: no pocos han regresado a sus casas con el rabo entre las piernas y el moco caído pues en El Chago, simplemente no triunfan.
Es que Trocha y calle tres está en uno de esos barrios de «popularidad desbordada y exuberante», donde las personas viven casi más en la calle que en el interior de sus hogares.
Le antecede, además, la historia de ser escenario de grandes y queridos artistas como Cándido Fabré que de solo anunciar un concierto ya las personas comienzan a reservar sus pequeños centímetros cuadrados de espacio; y también, por qué no, es pieza importante a considerar en esa intención de declarar la urbe como ciudad musical de Cuba.
Por esas razones, y otras, el «termómetro de la música popular bailable» es famoso, además porque aquí vienen a probarse artistas.
Cuentan los vecinos que el artista que no haga bailar aquí, que se despida de esa coletilla de ser «popular». Se dice en la comunidad aledaña, además, que famosos creadores de los géneros bailables como la timba antes de lanzar un disco o filmar un video clip, prueban aquí su sonoridad para saber si será aceptado o no.
Vaya que Trocha y calle tres es, además, una especie de bola de cristal que vaticina el futuro de un tema, de un disco y hasta el devenir de un artista… al menos eso es lo que, orgullosamente, cuentan los vecinos.
El «termómetro de la música cubana» en las voces expertas…
Rodulfo Vaillant, además de ser el presidente de la UNEAC en Santiago de Cuba, es voz autorizada cuando se habla de la historia de la música. Él considera que, a diferencia del Salón Rosado de La Tropical que es un espacio creado y consolidado para acoger espectáculos musicales, el escenario de Trocha y calle tres tiene la sabrosura y popularidad de una calle santiaguera.

“En Santiago de Cuba, en la etapa revolucionaria, se hace costumbre por primera vez tener un espacio público para el bailable, y el primero fue la explanada del Lido, actual Ferreiro, se inauguró en 1959, en los carnavales, con la Orquesta Aragón, un espectáculo auspiciado por el ron Matusalén” asegura y añade “ya en los años 66, 67 o 68, se traslada la fuerza del bailable popular para Trocha y calle tres. Empieza en los carnavales con el montaje de un espectáculo del Capri, creo que era la Caperucita Roja, y se convirtió esta área en un espacio que comenzó a ganar valor”.
Según Vaillant fue el carnaval la que convirtió Trocha y calle tres en el termómetro de la música cubana por la fuerza que le dio al espacio, pues durante las fiestas populares todos querían tocar ahí.
“Todo el que venía de La Habana, en aquellos años, y triunfaba en esa esquina, decía que había triunfado en Cuba, porque el público y el carnaval tenían tanta fuerza que catapultaban al artista, el que no pegaba en esos años ahí, no se pagaba en ninguna otra parte. El carnaval y esa área determinaban la popularidad en aquel entonces. Por eso la Aragón, Fabré, Los Van Van respetan a Trocha y calle tres, así nació la atmósfera y el mito alrededor de ese lugar”, acota.
“Cuando viene una orquesta a Santiago de Cuba y le dices que no tocará en Trocha y calle tres, nos forman tremendo berrinche, es la arena donde todos se quieren probar” sentencia.

Pero aquel misticismo que rodeó el lugar décadas atrás, lejos de acabar sigue manteniendo su fama, no en balde uno de los mejores formatos de la música tradicional cubana también se probó aquí y celebró su segundo Grammy Latino.
De que sea o no considerado aún hoy el escenario de Trocha y calle tres como «termómetro de la música cubana», Fernando Dewar, director del Septeto Santiaguero, dice que “aún hoy es el sitio donde se prueba la conexión con el público, su reacción, por eso sigue siendo en la actualidad, para la mayoría de las agrupaciones de música popular bailable de Santiago de Cuba y del país, el termómetro de la música cubana”.
Por esas razones celebraron aquí su segundo Grammy Latino, “y la gente bailó, la gente lo disfrutó como si fuera una orquesta grande, aquí comprobamos que el Septeto Santiaguero mueve mucho público, esa fue la razón fundamental que nos llevó a realizar aquí este concierto”, asegura Dewar.