Hasta el patio G del Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, llegan practicantes de la religión yoruba con la angustia en el cuello y la esperanza en el corazón. A los pies de la imagen de la Santa Teresa de Jesús, que en el sincretismo religioso se asocia con Oyá, dejan sus ofrendas como últimos rezos.
No es la imagen más bonita de esa deidad del panteón yoruba, tampoco la única que existe en el sitio, pero es la que los santiagueros han adoptado y en la que depositan sus peticiones.

Martha Hernández Cobas, Master en Ciencias y especialista del Conservador de la Ciudad (OCC), en el campo santo, asegura que es esta una de las curiosidades que envuelve el ambiente mágico y maravilloso de Santa Ifigenia, una manera en que los santiagueros han dado vida al mundo de los muertos.
Las investigaciones que desarrolla el equipo conformado por investigadores, historiadores y conservadores, han develado interesantes misterios –desconocidos por muchos santiagueros–, como el primer enterramiento realizado en el campo santo que fue el de una niña parda llamada Encarnación Ramos.
“Sin embargo en los libros de la iglesia aparece como una niña de color blanca, aunque en el libro de los enterramientos del cementerio está como una pequeña mestiza, con solo 28 días de nacida, y cuyos restos nunca han podido ser encontrados, pero en el patio B, muy cerca del edificio administrativo, se conserva una tumba, la más antigua del campo santo, con solo días de diferencia en relación a la de Encarnación Ramos, que pertenece a una mujer de sociedad de la época”.

En Santa Ifigenia se encuentra el lugar de reposo de la Marquesa de la Delicia de Tempú, pero lo curioso es que dentro de la bóveda se encuentran los restos de quien fuera el último médico de Napoléon Bonaprte, galeno que vivió, murió y hoy descansa en Santiago de Cuba.
“Este hombre murió mucho antes de que se creara el campo santo de Santa Ifigenia, fue enterrado en la primera necrópolis que existió en la ciudad, que las personas conocen como cementerio de Santa Ana, aunque este último sitio tenía el nombre de Santa Efigenia, la diferencia entre esa ´E´ y la ´I´, es una incógnita en la actualidad”, asegura Hernández Cobas.
Documentos cementeriales e históricos dan fe de que en la necrópolis santiaguera, los patios creados a partir de 1868 hasta 1898, eran exclusivos para los enterramientos de las familias católicas, “pero a partir de 1898, tras una asamblea que realizaron los ciudadanos de Santiago de Cuba y que dirigió Bacardí, se eliminó esa disposición y se determinó que Santa Ifigenia fuera un cementerio general civil, como curiosidad en esta parte antes exclusiva tenemos, como paradoja del destino, una tumba de musulmanes”.

Asegura Martha Hernández Cobas que el patio central del cementerio, que muchos años atrás se bautizó con el nombre de Ambrosio Grillo, en honor al ilustre galeno que influyó en la higiene pública en la antigua villa colonial, debajo hay una gran tumba colectiva como consecuencia de una gran epidemia que afectó a la urbe.
Cuando se camina por los patios del campo santo de Santiago de Cuba la vista se sorprende ante la diversidad de diseños y riqueza estatuaria, y es que el lugar donde descansan los restos de héroes y seres queridos es fiel reflejo del desarrollo arquitectónico de la urbe.
“Se refleja no solo en los estilos, sino también en los materiales constructivos que se emplean, por ejemplo aquí hay rejas que se encuentran en los hogares, también el uso del mármol blanco o el granito artificial, existen diseños únicos, como la tumba de Bacardí y Elvira Cape, pero si visitas el lugar donde estuvo antes enterrado Emilio, no tiene nada que ver con el que conocen las personas, el primer está en un lugar donde se sepultaban a las personas no católicas y es una tumba muy sencilla. Cuando las personas se enteraron de que Bacardí iba a ser exhumado y que estaba en ese primer sitio, le pidieron al gobierno un lugar más acorde a su trascendencia e importancia para la ciudad”, acota Martha Hernández Cobas.

En Santa Ifigenia también está una réplica de la famosa Piedad de Miguel Ángel, una obra dedicada a los braceros de Santiago de Cuba, madonas y ángeles, imágenes de Cristo y cruces con elaborados diseños, en la tumba de Céspedes está la Mariana de la Revolución Francesa, que le da al Padre de la Patria el ramo de laureles, por doquier las banderas cubanas y del movimiento 26 de Julio, que señala que ahí están los restos de un combatiente, pero se hallan el compás y la escuadra, como distintivos de enterramiento de masones, y el Mausoleo a José Martí, una hermosa interpretación de los deseos y legado del Apóstol.
“El Cementerio Patrimonial es un sitio singular, no ha perdido su esencia de lugar de reposo de nuestros seres queridos, sin embargo trasciende pues está vivo, y todo el que llega a este lugar admira su ordenamiento, limpieza y belleza, pero detrás está la constancia del personal que allí trabaja, hombres y mujeres muy sacrificados, que atiende un público que no es cualquiera, de ahí la sensibilidad que poseen”, sentencia la Master en Ciencias Martha Cobas, especialista de la OCC en el campo santo.
